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Virabhadrāsana

Este āsana debe su nombre a Virabhadra, un guerrero que nace del pelo de Shiva para vengar a su compañera Sati. Luego de la venganza surgen las memorias de los vengados, generando gran pesar en Shiva.

Siento que esta historia nos revela una dualidad sobre el rol de la agresividad, la violencia y el amor como base del yoga;

Por una parte, la agresividad es un estado emocional, una energía que nos puede llevar a dañar a los demás y a nosotros y que puede tener a la violencia como el resultado; el acto y su efecto que quedan en la memoria (corporal, emocional, verbal, ideológica, energética) ; Un resultado es a la vez una causa de otro resultado, por lo que el dolor que produce la violencia nos va a acompañar quizás por mucho tiempo. Por esto la no violencia (ahimsa) es el primer pilar de la práctica del yoga clásico de Patanjali, que es el que practicamos como “yoga” propiamente tal, en todas sus formas. Pero la agresividad es una energía, y si se reprime, va a tomar su forma de muchas maneras; probablemente no nos daremos cuenta y la estaremos ejerciendo constantemente, de una manera muy refinada, disfrazada de manera que se hace parte de nuestra forma de ser, sin generar ninguna alarma desde el entorno social, incluso haciéndose parte de la cultura, incluso sintiendo que lo hacemos muy bien, sin darnos ni un poco cuenta.

Entonces tenemos esta segunda lectura que nos devela que esta energía emocional llamada agresividad, es justamente energía; su represión nos enferma, direccionarla erróneamente también; Por que es una energía que hemos sentido y vamos a sentir, y que por intentar esconderla ya la hemos gestionado mal; entonces este asana simboliza el como direccionar esta energía para que no genere ningún efecto violento, - entendiendo violencia como un efecto dispersivo, perturbador, oscilatorio, que da fuerza a que se replique una y otra vez nuestra inquietud interna y nuestro entorno, no habiendo diferencia alguna si es hacia si mism@ o hacia otro- si no que por el contrario, gestionar esta energía generando resultados ausentes de violencia.

En la versión I abrimos el corazón; nuestro yo se muestra honesto, prístino, mientras nuestra cabeza cae hacia atrás (la cabeza es la sede de nuestros sentidos, de manas, de los gnanendriyas). Cualquier tensión en el cuello indica querer controlar en vez de confiar. Para enfrentar nuestros temores, rabias, penas, limitaciones, debemos soltar el control de los gnanendriyas (sentidos), dejar de lado todo discurso , nuestros argumentos, nuestros anclajes cognitivos y aceptar y abrirnos al amor desarmados de todo cálculo, de todo discurso retórico. Así podremos seguir adelante. En la versión II enfrento, con mi lanza ya hecha de confianza, sabiduría, fuerza, amor profundo; por eso ya puedo mirar, por que mis sentidos no se van a distraer en los tanmatras (objetos que atraen los sentidos): voy con el corazón iluminado de amor, ya no soy débil. En la versión III con seguridad puedo dirigirme hacia adelante, por que no voy a generar violencia, si no que se va a desintegrar ante mi acción (o inacción) dharmica, y la energía de mi agresividad se va a agotar de buena forma, amorosa. Más allá de las formas, esta es un āsana en que podemos meditar y reflexionar profundamente sobre nuestro acontecer cognitivo, emocional, almico y sobre otra forma de ver el mundo, más allá de las construcciones sociales. El amor es lo único que nos hace valientes. ❤️


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